“Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra”.

Isaías 2:4

nones, capítulo once. para el mantra


extraña un olor en particular y lo que ese olor generaba en su cuerpo, pero no es un olor cualquiera, es un perfume, pensó, es su perfume. piensa en una sola cosa antes de dormir. siempre pierde una media, nunca el par, sólo una y cree que la media regresa a esta dimensión cuando su mascota vomita bolas de pelo aunque nunca supo explicar porqué una media volvería en forma de bola de pelo y de una manera tan violenta como lo es regurgitada y ensalivada. ese olor, ese perfume que no regresará, ni como media ni como bola de pelo. ese olor que permanece en sus dedos, que imagina olerlo y se estremece. tiene dos tatuajes nuevos, lo que hace un total de cinco, dolorosos, traumáticos pero son pruebas de que existe y que el placer puede confundirse con el dolor. sus pensamientos no tienen conexión alguna últimamente, pero es un detalle que se le pasó por alto pero siempre le sucedió, como le dijo una vez la psicopedagoga a sus padres cuando apenas tenía once años de edad. no es lo mismo ser independiente que vivir in the pendiente, es la frase que suele decir el día de la independencia pero este año no tuvo tiempo de hacerlo, nadie me escucha pensó y lo pensó tan para adentro que nadie lo escuchó. hay más vida dentro de su cabeza que en el exterior, le dijo su psiquiatra, mientras prescribía una nueva pastilla. es importada, pruébela unas semanas y luego me cuenta. no se tuteaban a pesar de conocerse hace diecisiete años. existen las mismas de industria nacional pero no quiero que corra riesgos, le dijo el psiquiatra e inmediatamente recordó el verano del ochenta y siete y el incidente con los tapones de cera artificial para los oídos de industria nacional y el consejo del otorrinolaringólogo a su madre una tarde de verano, industria nacional no, señora. a las diecinueve y veintiuno siente náuseas desde que tiene memoria. es la hora en la que debía haber nacido, pero el parto se atrasó, su padre rompió un vidrio y su madre tenía una nueva cicatriz, esta vez en el vientre, de lado a lado. a las tres y treinta y cinco se caen las bandejas de la panadería de al lado, pero sigue durmiendo como si nada pasara. una vez contó los fósforos que vienen en la caja roja, son exactamente doscientos veintidós, dijo, con algo de desilusión, ahora usa encededor. todo lo que empieza nunca lo termina, excepto un par de cosas que por su bien tuvo que terminar. ya sabemos que cuando alguien dice un par quiere decir tres. el alma le duele. el estómago le duele, sólo comió una manzana y tomó un café. le quedaban dos cigarrillos, pero no los fumó.