“Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra”.

Isaías 2:4

nones, capítulo cuarenta y siete. el final, ¿el final?



«se dice de dios: los nombres no te nombran. eso es igualmente justo para mí; ningún concepto me expresa, nada de lo que se considera como mi esencia me agota, no son más que nombres. se dice, además, de dios, que es perfecto, y no tiene ninguna vocación, no tiene que tender hacia la perfección. también esto es cierto para mí.
yo soy el propietario de mi poder, y lo soy cuando me sé único. en el único, el poseedor vuelve a la nada creadora de que ha salido. todo ser superior a mí, sea dios o sea el hombre, se debilita ante el sentimiento de mi unicidad, y palidece al sol de esa conciencia.
si yo baso mi causa en mí, el único, ella reposa sobre su creador efímero y perecedero que se devora él mismo, y yo puedo decir: yo he basado mi causa en nada».


stirner, max, 'el único y su propiedad', 1845.