“Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra”.

Isaías 2:4

nones, capítulo cuarenta y cinco. para ella

llueve o alguien está llorando mucho. no sé si voy a necesitar los antipsicóticos para toda la vida, dijo. quizás con un buen par de movimientos esté mejor. quizás sintió ganas de morir para ser inmortal. quizás mañana deje la eternidad para entrar en la edad en la que las barbas se ponen en remojo y dispara. no era necesario llamar la atención ni inventar los derechos de autor. nadie le dicta, es su consciencia y sabe que es inútil remar contra la corriente. la lista es interminable y el lucro cesante no cesa. debería despilfarrar esa tarjeta o dejar de romper los quinotos cuando es necesario. la luz natural está cesando. la lluvia es intensa. en el sótano somos todos buenos. algunos, no todos. quizás sea hora de renunciar o defender lo indefendible. te hacen montoncito de zyprexa y a la cama por ese proyecto de mierda. no hay tiempo. las voces se alteran y colecciona trastornos. era oportuncrisístico pero la realidad lo superó. los últimos serán los primeros. el contacto con la realidad es una mierda, dijo. recuerdos de antaño, cuando las cosas fluían y bancábanse sesiones. la lengua quemada. los cien barrios porteños en coma. ¿habrá rehabilitación? ¿habrá algo ahí afuera? él sigue mirando al cielo. es alucinógeno. debe ser a propósito el hecho de coleccionar trastornos. nadie es imprescindible. los sábados debería ir a boxeo. debería dedicarse a eso que le gusta, ¿no le parece? es procastinador. necesita a alguien que le dicte la función. alguien tiene que ceder. a esta altura debería rendirse. la puta paciencia lo hizo así. a la noche debería sonar esta lista, pensó.